domingo, 26 de enero de 2014

CARTA MUY ABIERTA AL ALCALDE DE LEÓN: ANTONIO GAMONEDA. POETA. PREMIO CERVANTES . 22/01/2014. INCLUIMOS ENTRE OTROS: CARTA DE UN VECINO SOBRE LA PLAZA DEL GRANO: POR JOSE CAÑEDO 27/01/2014:

La Plaza del Grano, en León. © Fotografía de Alejandro Sáenz de Miera,
 realizada hace solo unos días.
Fuente: http://tamtampress.es/2014/01/22/el-poeta-
antonio-gamoneda-escribe-una-carta-muy-abierta-al-alcalde-de-leon/



Carta muy abierta al alcalde de León

El poeta y premio Cervantes reclama como portavoz cultural que se respete la plaza.
Antonio Gamoneda. Poeta. Premio Cervantes. 22/01/2014

Querido señor alcalde: considere incluido en este sencillo encabezamiento el respeto que como ciudadano leonés le debo y le tengo. Añado el ruego de que haga extensivo mi saludo a la Corporación de su presidencia, que, entiendo, todos sus componentes son copartícipes en las responsabilidades y tareas de procurar al común vecinal, dentro de lo posible y razonable, el bienestar cuya gestión se les ha confiado.

Pronto habrá intuido usted que el ‘muy’ que figura arriba, en las palabras titulares, ha de tener alguna connotación especial. Así es: esta carta no va a estar referida a un asunto menor o particular; el asunto, a mi juicio (a nuestro juicio, mejor dicho, que no le escribo sólo por iniciativa mía, sino estimulado por un no pequeño grupo de escritores y artistas plásticos), es un ‘asunto mayor’, relacionable con la sensibilidad y con la fibra sentimental de muchos, de un número, también mayor, representativo con suficiencia, de quienes en León convivimos.

Permítame que, antes de entrar en el tema –que no problema; no problema, al menos aún, todavía, y tengo mi confianza puesta en que no lo sea nunca– a título de preámbulo ilustrativo, le cuente algo de mis prolongadas correrías –ya poco frecuentes, que los años mandan mucho– por tierras españolas y por las que decimos extranjeras. Le cuento de Alemania.

En Berlín (algo parecido me sucedió en Frankfurt, Munich o Colonia, no recuerdo bien la ciudad), en hora ya muy vespertina, me detuve ante las ruinas de una que hubo de ser edificación eclesial o conventual. Me atrajo la particular belleza de las ruinas conservadas, entre las que, con un sencillo mantenimiento, habían prosperado hierba y arbustos. De éstos, algunos ofrecían pequeñas flores espontáneas; flores humildes, blancas, en su mayor parte. Me dije que los regidores de la ciudad tenían un fino sentido de la estética urbana. Y del patrimonio urbanístico-cultural. Y de otros valores, legítimamente subjetivos y, a la vez, generales, de los que algo le diré.

Permítame, señor alcalde, hacer un poco más de preámbulo.

Aun sabiendo muy poco, sí alcanzo a saber que ni la Ley de Régimen Local ni los Reglamentos que la aclaran y complementan, contienen normas determinantes de que en los municipios españoles existan ¿especialistas? en la que podríamos decir Estética Urbana. Por poner un ejemplo leonés, le cuento que, hace ya bastantes años, se demolió, con su hermosísima fachada incluida, el que era Instituto ‘Padre Isla’, obra del histórico arquitecto Palacios, autor del que, en la plaza de la Cibeles, en Madrid, se dice ‘Edificio de Correos’ y de otros edificios, no pocos, arquitectónicamente importantísimos. Está claro que no había ¿especialista? en el Consistorio leonés.

Sé también que esta ¿especialización? no es exigible a los miembros corporativos ni a los técnicos que, respectivamente, se preocupan y ocupan de la Ciudad, pero ¿no le parece, señor alcalde, que estamos ante una carencia que se podría y convendría aliviar? Quizá baste para el alivio una reflexión generosa que sobrevuele pragmatismos menores, relativamente menores, cuando menos, en ciertos casos

Me atrevo a ampliar algo ya insinuado: en el bienestar de los ciudadanos importa mucho, además de la eficacia y la corrección de los actos administrativos y de la bondad de las funciones técnicas, el cuidado de las que he dicho sensibilidad y fibra sentimental. Fíjese, por favor, en que digo precisamente ‘en el bienestar’.

Estoy pensando en un lugar leonés concreto; en el lugar que, al menos en términos convecinales, decimos ‘Plaza del Grano’. Haga conmigo, por favor, una contemplación intelectual del lugar: vemos soportales de madera, accesos por calles descendentes, aceras estrechitas y puede que discontinuas, canto rodado, una pared claustral, un ábside románico y unos chopos –creo que son chopos, no estoy seguro– que algún lejano edil decidió plantar; árboles inoportunos, por cierto, dado que su verticalidad ‘pelea’ con la horizontalidad arquitectónica de la plaza, presidida por el ábside y –todo hay que decirlo– un tanto perturbada ya por algún edificio con más plantas de las deseables.

Pero la plaza, en lo que concierne a la composición espacial y a la caracterización histórico-antropológica, sigue siendo muy digna de respeto. Nos dice, además, muchas cosas. Nos comunica verazmente, en el humilde lenguaje de sus materiales primarios, la tipología de un pasado que es nuestro, evidentemente nuestro, deducible de una cultura existencial tipificada en términos leoneses.

Yo conocí el mercado ‘del grano’. Y añado inmediatamente: también lo conocen leoneses mucho más jóvenes que yo. Lo conocen precisa y únicamente porque aún lo pueden ver en su configuración y en su peculiaridad conservadas, que proporcionan la sugestión de un tiempo, la profundidad de un tiempo, que tiene, en la plaza, una sencilla, noble y expresiva caracterización estética.

Perdonada me sea la vanidad, pero voy a autocitarme: Era el mercado del silencio. Las enlutadas posaban su patrimonio de quilmas y el día descansaba en la quietud de rostros ceñidos por sargas y recuerdos más blancos que las legumbres bajo los ábsides. (...) Callaban con el gesto aprendido en los centenales, bajo el sonido de los vientos. Murmuraban sobre las hernias de los hombres y los relentes venideros antes de recobrar el fardo inútil y regresar, madres del miércoles, al país desolado de los censos.

La plaza ha sido motivo literario y pictórico para muchos creadores leoneses y no leoneses.

No se trata, señor alcalde, de retornar al pasado ni de meras nostalgias; se trata de que las actuaciones urbanísticas no deterioren nuestra conciencia de ser hijos y herederos del tiempo; se trata de preparar y enriquecer el presente y el futuro con el conocimiento sensible del pasado; se trata de ser fieles al carácter y –dicho sea una vez más– a la estética de la Ciudad, una estética de ningún modo gratuita o superflua, sino vinculada, insisto, a la sensibilidad, a la sentimentalidad y a la cultura. Definitivamente, se trata del respeto a componentes sutilmente reales del bienestar.

Sé que ya nos ha comprendido usted, pero, puesto en ello, me voy a permitir una sugerencia. Le voy a sugerir algo que quizá algún miembro de la Corporación, usted mismo, puede haber pensado ya. No me extrañaría.

Haga usted, señor alcalde, hagan ustedes –amplío aquí el destino institucional de mi carta–, señores concejales, hagan el mercado más hermoso de España.

Háganlo sin gasto y echando, de paso, una mano limpiamente tendida –muy oportuna, por cierto, en nuestros días– a cultivadores y familias locales. Una pequeña tasa, una limpieza un poquillo especial en las madrugadas y las tardes de los miércoles y los sábados, y vengan directamente a la plaza del Grano los cereales y las legumbres de la provincia campesina. Pueden acompañarse de flores y de algunos productos artesanales. Podrían tener entrada también el pan ‘de pueblo’, los pollos ‘de corral… Nada de carnes de matadero, ni de productos de piscifactoría, ni de etiquetas fabriles. Eximan de la tasa a aquellos cultivadores y cultivadoras que acudan con trajes tradicionales (no obligadamente trajes festivos; bastarían las viejas indumentarias del trabajo, del cada día). Y, los que quieran y puedan, aportando algún ornamento: las antiguas herramientas y útiles campesinos, los pequeños objetos emblemáticos del ámbito rural leonés…

En incompleto y torpe apunte, estoy intentando el diseño, vuelvo a decirlo, del mercado más hermoso de España; estoy pensando, en modo forzosamente elemental, la sencilla creación o re-creación de una realidad atractiva.

Y le estoy hablando de etnografía y de estética, señor alcalde. Si no lo ha hecho ya, piénselo. Piénselo y háblelo con sus ediles. La plaza del Grano, es, para la re-creación que digo, el lugar, más hermosamente adecuado de España. Cierto que hay que dejar la plaza como está (salvo los chopos, si bien le parece, que no estorbarán en otro sitio o convertidos en madera) y consolidar –conservar– lo que pueda amenazar ruina, que será muy poco si algo es. Nada más.

Nuestro caso y nuestras posibilidades de hacer algo útil y hermoso no son exactamente iguales, afortunadamente, a las de Alemania, a las que traje a cuento como pretexto y en razón de cierta analogía. Analogía que no es igualdad. Nosotros no tenemos que ‘cultivar ruinas’.

Tampoco tenemos que desfigurar o maquillar los testimonios de nuestro pasado cultural, y los mercados son expresiones de una interesante y necesaria cultura popular. Piénselo. Se lo recomendamos, se lo pedimos.

Expuestos motivos, causas y deseos (también algún que otro temor, que algo he dicho de ‘pragmatismos menores’, de ‘desfiguración’ y de ‘maquillaje’), le saludo, le saludamos afectuosamente.
http://www.diariodeleon.es/noticias/leon/carta-abierta-alcalde-leon_861077.html









La Plaza del Grano, en León. © Fotografía de Alejandro Sáenz de Miera, realizada hace solo unos días. Fuente:  http://tamtampress.es/2014/01/22/el-poeta-antonio-gamoneda-escribe-una-carta-muy-abierta-al-alcalde-de-leon/













La plaza del Grano, la única que queda en León de cantos rodados sobre tierra, se ha salvado de las «hordas urbanizadoras» por su marginalidad.
bruno moreno
http://www.diariodeleon.es/noticias/afondo/cantan-piedras_862211.html



Cantan las piedras

La plaza del Grano, último rincón del León empedrado, se rehabilitó hace 25 años reutilizando sus propios guijarros. «Echamos dieciséis medidas de tierra por una de cemento», afirma Pelayo Seoane, el cantero que en 1989 levantó la plaza del Grano y volvió a colacarla, piedra a piedra, hilada a hilada, sobre el solado.
ana gaitero | león 26/01/2014

La pugna por la plaza del Grano no tendría lugar si en 1989 la Junta no hubiera ejecutado una obra de salvación. El poético, singular y mágico rincón leonés estaba invadido de coches y se proyectaba su asfaltado.

Pelayo Seoane, cantero, hijo de cantero, y el menor de los hermanos herederos del oficio de las piedras, recuerda que la obra de rehabilitación de la plaza del Mercado duró casi un año. Finalizó a principios de 1990.

«Empezamos por el lado de esa casa —dice señalando al edificio que invade desde el siglo XIX— y hacíamos dos o tres hiladas por día». En su memoria permanece lo que corrobora la prensa: la tensión entre la Consejería de Obras Públicas y Ordenación del Territorio de la Junta y el Gobierno municipal, a cuyo frente estaba Juan Morano.

«El Ayuntamiento no quería la plaza con barro, sino con cemento», comenta. Pagaba la Junta, doce millones de pesetas de las de entonces (72.000 euros), y se impuso el proyecto que firmaron los hermanos Gregorio y José Luis Mateos Torices.

El dinero que se invirtió entonces para levantar toda la plaza es, curiosamente, casi la misma cuantía que se quiere destinar ahora al acerado y reparación de las calvas, unos 77.000 euros. Una intervención que supone menos de una cuarta parte de la ejecución del proyecto ganador del concurso de ideas que convocó el equipo de Emilio Gutiérrez en 2011.

Ramón Cañas, ganador del certamen, calculó una inversión de 344.000 euros en varias campañas continuadas en el tiempo. Han pasado ya dos años desde que se aprobó su proyecto, Fluxus, inspirado en el movimiento artístico del mismo nombre cuya filosofía es «mantener el espíritu de los espacios públicos, su esencia, con la idea de que hay cambios porque todo fluye», explica

El espíritu del Grano, el flavour, como lo llamó el alcalde. O simplemente, el sabor de este rincón genuino de León, un trozo de pueblo en medio de la ciudad, también fue una preocupación en la rehabilitación que se abordó en los 80.

«Sorprende a vecinos y visitantes el acusado carácter y la fuerte personalidad del espacio que, pese a actuaciones puntuales no muy acertadas,ha conseguido esquivar el paso de las sucesivas hordas urbanizadoras», apunta aquel proyecto de ejecución redactado en 1986.

Señas de un pueblo

La filosofía era preservar las «señas de identidad de un pueblo y de la manera de relacionarse con el medio» en la última plaza de León empedrada con cantos rodados sobre tierra. Para ello se planteaba usar una técnica de «arqueología constructiva».

Los cantos rodados fueron arrancados uno a uno, «a mano con un pico» y sólo al final «se metió una máquina con cazo que sacó tierra muy superficialmente», apunta el cantero. La tierra se fue cribando para reutilizarla, al igual que la piedra. Se rehabilitaron también los solados, de cantos más finos, bajo los soportales de las casas que conservan la estructura porticada.

«Las aceras no las tocamos, son las que había», matiza. La intervención de entonces fue «polémica», agrega Seoane, no sólo por la tensión entre Junta y Ayuntamiento, sino también por el cuidado que había que tener para preservar la obra restaurada. La calle El Barranco —ahora rebautizada Virgen de la Amargura— albergaba aún en aquel tiempo burdeles y prostitutas. Pero no eran las mujeres quienes daban problemas. Al contrario, «eran las que más vigilaban para que no se pisara el empedrado por la noche para que asentara bien», afirma. Fue una obra «delicada y minuciosa» que vinieron a ver arquitectos franceses pues querían hacerlo en su país, algún alemán y otros catalanes. «Se hacía una cama de tierra y se colocaban los cantos en seco y lo que se hacía en el día había que lechararlo (mojarlo) en el día», explica el cantero.

Fue entonces cuando se colocó el murete que separa la calle del convento, que se asfaltó, de la plaza del Grano. En el proyecto figuraban unos bolardos, pero vieron que no serían eficaces frente a la presión del tráfico. Todavía hoy cruzan la plaza coches, camiones, desde los basureros hasta los proveedores de bebidas y comidas, y motos.

Se cuelan por la calle Juan II o a través del acceso a los garajes desde la Cuesta de las Carbajalas. Sobre la polémica en torno a la nueva intervención en la plaza los hermanos Andrés y Pelayo Seoane afirman: «Ni entramos, ni salimos pero arreglarla tienen que arreglarla».

La falta de mantenimiento y, sobre todo, las agresiones que sufrió la plaza nada más restaurarse porque no se respetaban las señales de prohibido han sido su perdición. Además, alegan, «se han puesto parches con cemento que hacen efecto de cuña y perjudican más». Pero el «daño mayor» se hizo al poco de finalizar la obra: «Los coches seguían invadiendo la plaza, los vecinos escribieron cartas denunciándolo», subrayan.

La prensa de la época certifica sus recuerdos. En diciembre de 1990 el periodista José Luis Estrada da cuenta en las páginas de DIARIO DE LEÓN de la denuncia de la comisión provincial de Patrimonio al Ayuntamiento de León por el «deterioro de la plaza del Grano». Se había prohibido el tráfico, pero no se respetaba ni la Policía Local lo hacía cumplir.

Subsuelo de cantos

Durante las obras salieron a la luz monedas del reinado de Felipe IV, lo que indica que el solado que se rehabilitó tiene su origen en el siglo XVII, al igual que el palacio —actualmente La Piconera— en el que moraba la marquesa de Inicio.

Apareció también un horno y un muro que podría ser el que tuvo el convento de las Carbajalas. No se hicieron excavaciones arqueológicas como tales, pero en el arañado superficial de la plaza —unos 40-50 centímetros— se descubrió otro suelo empedrado debajo. «Era de cantos más finos, muy parecidos a los que hay en los soportales», asegura Pelayo Seone.

Si se acomete la obra de las aceras, como afirmó el portavoz municipal José María López Benito, es preceptivo un control arqueológico de su cajeado, que alcanzará 40/50 cms de profundidad y una zanja de 60/70 cms, para albergar instalaciones. Entonces se podrá hacer luz sobre el supuesto solado original del que habla el vecindario.

La ampliación de las aceras y la recuperación del pavimento de la plaza forman parte de la primera fase de Fluxus. Ramón Cañas no es partidario de hacer parches en el empedrado: «Eso sería tirar el dinero», afirma. Pero sí de asegurar las zonas donde se han perdido los bolos, las calvas.

El empedrado, si se quiere rehabilitar de nuevo, como plantea el proyecto, tiene que abordarse de manera integral. «Tendría que levantarse de este a oeste o de oeste a este por paños, como se hizo en los 80», afirma. Esta opción está descartada de momento, pero el proyecto presentado incluye la reparación de un trozo de empedrado en la zona sur de la plaza, junto al edificio del siglo XIX —hoy El Grifo— que actualmente sirve de aparcamiento de vehículos.

Peatonalización

Fluxus contempla la peatonalización de las calles Capilla y Mercado, con la renovación de pavimentos e infraestructuras. También prevé «actuaciones de mejora de la escena urbana, con armonización de los frentes de locales y de la accesibilidad a portales». Pero nada de esto se hará, de momento.

Como tampoco se abordarán las «pautas y normas para la intervención en fachadas y actuaciones urbanísticas sobre edificaciones» de la plaza y su entorno, ni la «mejora de la iluminación y el establecimiento de servicios urbanos».

Fluxus está en el aire. Pero no por la polémica suscitada, sino porque hasta la fecha no se ha planteado su ejecución integral. No hay dinero. El arquitecto defiende la actuación parcial del acerado aunque el resalte de las aceras no quedará eliminado hasta que se aborde el empedrado. La polémica ha sacado a la luz una plaza olvidada, que, previsiblemente, ascenderá de categoría, de plaza popular a plaza monumental, si prospera la iniciativa del Ayuntamiento de León de convertirla en Bien de Interés Cultural.

Sin informe de Patrimonio

Y Patrimonio. La Junta de ahora, ¿qué dice? Por ahora, nada. Después de dos años no se ha sometido al dictámen técnico de la comisión.El proyecto de reforma ni siquiera ha sido examinado por la ponencia técnica, aunque se prevé que no tardará mucho. El Ayuntamiento envió unas fotocopias del documento a finales del 2013 con la primera fase de las actuaciones.

Muchas veces marginada, siempre reivindicada, la plaza del Grano salvó una de las últimas casas de soportales en el año 2002, en un pulso que el barrio y la ciudad echaron al Ayuntamiento de León, entonces dirigido por Mario Amilivia.

Agresiones

En la calle Capilla permanece, como si el tiempo no pasara, la fachada inacabada, de ladrillo visto, de una casa que desentona con el espíritu popular y romántico del entorno. A principios de los años 80 se levantó la casona de viviendas cuyo lateral da a la calle del Barranco y el frente principal a la plaza del Grano, que dio pie al paso inevitable de vehículos para el acceso a sus garajes.

En el siglo XIX, la plaza sufrió la que seguramente es su mayor invasión. La construcción de un edificio que «distorsiona de forma muy importante la primitiva configuración de este espacio urbano», subraya Ramón Cañas. En los planos de la ciudad se aprecia el dibujo de los frentes porticados y la alineación de esa fachada de la plaza con la cabecera de la iglesia, antes de la invasión de la plaza.

En 1976 se abordó el rebaje del atrio lateral de la iglesia del Mercado sacando a la luz la topografía medieval de este templo del siglo XII surgido a la orilla del Camino de Santiago y que con el tiempo dio lugar al barrio de los Francos. Y en los ochenta se acomete la rehabilitación del empedrado con el levantamiento total de la plaza, incluida la fuente de 1789 que mandó construir Carlos IV. En París estallaba la revolución francesa y en León la algarabía porque empezaron a funcionar las fuentes de la Catedral y del Mercado.

El pavimento se reasentó sobre una mezcla de tierra mejorada con cemento: dieciséis partes de tierra por una de cemento. Un 5% de cemento sobre el total de tierra. En el proyecto Fluxus el porcentaje de cemento sobre tierra vegetal es del 5,88%.

Si en algo están de acuerdo todas las partes es en su belleza y singularidad. El encanto y su carácter único. Lo que representa en la identidad de la ciudad.

A lo largo del siglo XX, la plaza no ha dejado de recibir alabanzas y loas por parte de los historiadores y cronistas locales. «Es su historia viva», afirma Martín Galindo. «Esta plaza, un poco mortecina hoy, un poco a tras mano de la nueva ciudad que surge, yo me atrevo a decir que es la plaza más típica, más bella y la de más profundo significado que aún conserva León», escribe León Martín-Granizo a principios del siglo XX en el Álbum Gráfico León Artístico Monumental.

La plaza del Mercado del Grano tiene «algo mágico que trasciende las propias consideraciones urbanísticas o históricas del momento presente», señalaban los hermanos Torices en 1986. «Lo poético resulta evidente por la descripción de la sensibilidad de las distintas generaciones, el aluvión cultural de la ciudad en total aceptación».

La plaza del Pan

Una plaza «con resonancias populares y acentuaciones místicas», escribe Galindo, rendido, dice, ante «la desidia y el acortezamiento espiritual de gentes rectoras de la ciudad» que, a su entender, «dejaron caer piedra a piedra, injuriosamente, lo que constituía la más bella de las decoraciones urbanas de la ciudad».

Corrían los años 50 pero podría ser hoy. En su recorrido por la ciudad del siglo XVIII describía «al costado de la bellísima plaza, justamente enfrente de los portalillos cubiertos», «los muros altos y lisos, de tapial encalado, de las monjitas».

La plaza de Santa María del Camino, plaza del Pan, del Mercado o del Grano, originalmente era una cárcava y la calle que luego se llamó del Barranco, recibe este nombre «porque barranca fuera y desagüe tumultuoso de la plaza de Don Gutierre, también escondite y apaño de las raiditas mujercitas» que asombraban a la Pícara Justina con la taberna de El Perrito, de visillos rojo-vino y aposentamientos de madera. El Barranco, como calle de burdeles, desapareció en los años 90 del siglo XX.

Por encima de la plaza estaba la judería. En el siglo XVII, la marquesa de Inicio era una residente excepcional. La mayoría de sus moradores eran obreros y artesanos, zapateros, cabestreros, cuberos, herreros, un aguador, tallistas, arquitectos, sastres... Gente pobre. También residían en la plaza porticada algunas personas de clase media como el médico del Ayuntamiento, don Andrés Meire, cinco notarios apostólicos y un contador y guarda de Rentas de Millones.

Pese a su encanto, historia y a ser la depositaria de la esencia de un León popular, la plaza es una gran desconocida y son pocos los turistas que se acercan a verla a propósito. El vecindario se queja de que el Ayuntamiento de León no la cuida y no la promociona. «A Fitur sólo llevan la Catedral», lamenta la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos, Ángeles González Espadas, que se puso esta semana al frente de la brigada que sembró de carteles los balcones y las calles circundantes. «Obras sí», dicen. «Llevamos desde 1996 pidiendo que la arreglen», insiste. «Hay gente que no puede salir de casa», lamenta.

«¿Para qué quieren más aceras?», rebate Cuca, alumna del Centro de Educación de Personas Adultas Faustina Álvarez que pasea por la plaza para «pisar lo que nos quieren quitar». «El empedrado y los árboles deben protegerse», dice Ecologistas en Acción.http://www.diariodeleon.es/noticias/afondo/cantan-piedras_862211.html










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Foto: Jose Cañedo








Carta de un vecino sobre la Plaza del Grano
Por José Cañedo | 27/01/2014


Llevo viviendo en esta plaza desde hace más de 20 años, por lo que en calidad de vecino, quiero dar mi opinión después de leer y ver toda la información que últimamente está surgiendo sobre ella.

El pavimento está destrozado, por lo tanto hay que repararlo, por supuesto sin afectar su estado original y único. Quitar todo el cemento de antiguas reparaciones mal hechas y dejar el aspecto que tiene en este momento. El cambio de medida de las aceras es correcto, no se necesita más. Lo de andar por la plaza no es importante, para ello habría que hacer un pavimento plano, lo cual es inviable.

Si no se pueden poner escenarios, no se ponen. Hay otras muchas plazas en León más adecuadas para ello. La paz que en ella se respira es precisamente uno de sus encantos.

Es imprescindible el arreglo de las calles que desembocan en la plaza, que como se puede apreciar en las fotografías están impresentables. Son las únicas calles que no se han urbanizado de todo el casco antiguo. La casa en obras de la calle Capilla está en un estado de ilegalidad desde hace más de 20 años. Ninguno de los últimos ayuntamientos ha querido tomar cartas en el asunto y esta ruina destroza la imagen de la plaza.

Lo de Gamonal pasó a la historia y las caceroladas sobran, hay que defender a la plaza en los medios de comunicación y en las redes sociales, sin entrar en aspectos políticos que, me da la impresión, es lo que quieren algunos grupos a los que la plaza es lo que menos les importa.

Si se hacen bien las cosas, tendremos una Plaza del Grano más bonita, si cabe y nos seguiremos sintiendo orgullosos de ella.

http://www.ileon.com/actualidad/leon_y_alfoz/036563/carta-de-un-vecino-sobre-la-plaza-del-grano







Algunos enlaces de interés relacionados:

http://www.ileon.com/politica/leon_y_alfoz/036500/el-pp-compromete-no-tocar-el-empedrado-de-la-plaza-del-grano-esta-legislatura

http://www.diariodeleon.es/noticias/leon/leon-restringe-obra-grano-aceras-deja-resto-otro-mandato_861940.html?

http://www.ileon.com/actualidad/leon_y_alfoz/036563/carta-de-un-vecino-sobre-la-plaza-del-grano






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